Neoplasia de recto. Caso clínico 2/2




García Férriz, P.

 
Índice
Carcinoma Rectal (Cómo se ha curado)
Reconocimientos


Carcinoma rectal (Cómo se ha curado)
En el mes de julio del año 2010 se me diagnosticó una neoplasia de recto, y en muy breve plazo de tiempo se inició el correspondiente tratamiento. Fui atendido en el Complejo Hospitalario de Jaén (Hospital Médico-Quirúrgico) por la Doctora Nuria Cárdenas Quesada, oncóloga, y por el Doctor Maximiliano Martos Alcalde, radiólogo.
Se me aplicaron 25 sesiones de radiaciones de bomba de cobalto. Las sesiones fueron de poca intensidad en la creencia de que iba a ser intervenido quirúrgicamente. No fue así por propia decisión mía de última hora. Más adelante explicaré el porqué de tal determinación.

Simultáneamente a las radiaciones, los 25 días, tomaba capecitabina (xeloda-500mg), 2 comprimidos después del desayuno y 3 después de la cena. También se me aplicó la resonancia magnética-TAC. La colonoscopia fue realizada por el Doctor Rafael Martínez García.
Finalizado el tratamiento, se me hizo la exploración RMI de ampolla rectal con y sin contraste. La información clínica aporta los siguientes hallazgos: “Con respecto al estudio de septiembre de 2010 llama la atención una excelente respuesta al tratamiento, ya que ha disminuido significativamente la lesión del recto medio, que ha quedado reducida a un ligero engrosamiento.” “No se observan adenopatías significativas a nivel mesorrectal, ni en las cadenas pélvicas incluidas. En el resto del estudio no se observan otros datos de interés.”
Hasta aquí, el tratamiento al que he sido sometido y su posterior resultado. Actualmente, se me ha prescrito la continuidad con los comprimidos de capecitabina, pero aumentando la dosis a 3 comprimidos después del desayuno y 4 después de la cena. Llevo el tratamiento con máxima rigurosidad, confiando de pleno en obtener un resultado altamente positivo, definitivo.
Siempre me mostré optimista en obtener una total curación. Y me explico: la capecitabina tiene por misión esencial detener el crecimiento de las células cancerosas, incluso eliminarlas, con la importante cualidad de que después de ser absorbida en el organismo se transforma, más en el tejido tumoral que en el tejido normal.
Como vemos, el tratamiento actual contra el cáncer en el mundo científico es el clásico: quimioterapia, radioterapia y, finalmente, cirugía. Pues bien: yo me he negado a la intervención quirúrgica. El resto del tratamiento lo he seguido con la mayor rigurosidad, y gracias a él me siento totalmente optimista. Sin este tratamiento, nunca me hubiera curado totalmente.
Pero a esta magistral y muy acertada prescripción facultativa, habría que colaborar con una adecuada y rigurosa alimentación. En tal sentido, la Doctora Cárdenas me autorizó a que yo mismo eligiese mi propio sistema alimentario, lo que agradecí por confiar en mí.
La quimioterapia, con el refuerzo de la radioterapia, tiene como misión esencial detener el avance de las células malignas. De esta manera, considero que solamente se combaten los efectos de la enfermedad. Es decir, quimioterapia y radioterapia remiten el avance de la malignidad celular, pero difícilmente (salvo en casos aislados) se obtendría una mayor casuística de curaciones. El actual tratamiento no es completo. Le falta (así lo creo) atacar a la causa del cáncer.
Siempre he mantenido el criterio de que “para que se produzca cualquier tipo de proceso tumoral es necesario que se produzca la excitabilidad celular”. Si esto es así, habría que encontrar el medio para corregir la excitación de las células. Pero, ¿cómo se consigue? Mi criterio es restablecer el equilibrio electroiónico de la membrana celular. Y esto se consigue normalizando el índice o cociente de Loeb, que es el siguiente:
(K+ + Na+)/(Ca2+ + Mg2+)=1
Según el Profesor, Dr. José Morros Sardá (“Elementos de Fisiología“) el 1 significa el equilibrio electroiónico de la membrana celular, que normalmente acontece en la célula de todo tejido. Pero ¿cómo se consigue dicho equilibrio? Yo mismo lo he llevado a la práctica, y ha consistido en ingerir las comidas sin sal y tomar calcio, vitamina D y magnesio en el desayuno y cena durante el mismo tiempo que seguía puntualmente la prescripción facultativa.
Mi alimentación ha consistido (y consiste) en legumbres, fruta y verdura. Las comidas sin sal, como he dicho anteriormente. Beber cerca de dos litros de agua al día. La intensidad eléctrica es frenada por el hidrógeno (H); por tanto, cuanta más agua (H2O) se consuma, mayor cantidad de hidrógeno entra en el organismo. Este es un eslabón más que encaja adecuadamente en la cadena electrobioquímica. En mi caso, el agua elegida ha sido el agua mineral Sierra de Cazorla, en cuya fórmula escasea el sodio (Na+) y, en cambio, tiene cantidades elevadas de calcio (Ca2+) y de magnesio (Mg2+), lo que se ajusta a lo indicado en el índice o cociente de Loeb.
He creído oportuno incluir el dulce en la alimentación porque la glucosa es mala conductora de la electricidad. He suprimido toda clase de excitante, especialmente el alcohol. Nunca he fumado. He caminado durante una hora diaria, como así me lo recomendó el Doctor Martos, y he procurado mantenerme siempre y en todo momento en un ambiente de franco optimismo.
Todo cuando acabo de exponer se resume en que he procurado evitar la excitabilidad celular con todos los medios a mi alcance. Ignoro si lo he conseguido o no. Lo que sí puedo afirmar (y no me gusta afirmar nada mientras no esté seguro), es que la alimentación a la que me he sometido no ha interferido para nada en el tratamiento que se me ha prescrito. Su resultado ya lo conocemos. Una sana alimentación siempre constituye un eficaz coadyuvante al tratamiento médico. Ambos se complementan perfectamente. Era una ocasión única que se me presentaba para confirmar la hipótesis que vengo persi¬guiendo durante muchos años. Y me la estoy jugando.
Con dicho régimen alimentario he pretendido disminuir la intensidad eléctrica, y así tratar de conseguir una mayor eficacia de la quimioterapia y la radioterapia. Since¬ramente, creo que esto ha contribuido a la curación, sin menospreciar con ello la valía del tratamiento impuesto por los doctores.
La intensidad eléctrica se ve aumentada por fluir los iones más enérgicamente a través de los canales iónicos. Estos se cuentan por miles en la membrana celular. Por cada canal suelen fluir unos 100 millones por segundo. Como esto es así, pienso que al disminuir su intensidad, las células malignas avanzan más lentamente. Y si se elimina totalmente la electricidad, sería imposible que puedan producirse acciones bioquímicas, como así lo demuestro con el estudio de los parapléjicos. Estos enfermos nunca podrán padecer de proceso tumoral alguno precisamente por faltarle la corriente electromotriz en las extremidades inferiores. Y es más, no les puede aparecer ni una simple hiperqueratosis, ya que las células gliales productoras de la queratina no pueden ser excitadas.
Por otra parte, el Profesor, Dr. Demetrio Sodi Pallarés, que fue propuesto para premio Nobel de Medicina, demostró que “las células malignas avanzan con mayor velocidad cuando se producen mayores intensidades eléctricas”. De aquí, la importancia que debe concederse al índice o cociente de Loeb.


CONCLUSIÓN.
Considero a las células malignas como efectos (eslabones) de la cadena electrobioquímica. Y los genes son también eslabones (efectos) de la misma cadena. Hay distintas regiones de nuestro organismo donde los genes no quedan afectados por la actividad eléctrica, como así sucede en el corazón, diafragma, tráquea, yeyuno e íleon, etcétera. En dichas regiones los potenciales eléctricos son débiles.
De lo que deduzco que por los efectos (eslabones) estamos conociendo la causa: la electricidad (cadena). De la misma forma que por la causa se pueden conocer los efectos, que es en lo que esencialmente radica la verdadera investigación científica. Al menos, así lo concibo.
Tanto las células como los genes son atacados por una patología electroquímica. De tal manera que si esto es así, al quedar dañado el gen se produce una patología biológica, por lo que me atrevo a manifestar y pensar en un proceso electrobioquímico. Y de aquí, que defienda y propugne la teoría electrobioquímica para la producción de todo proceso tumoral.
Y termino con la siguiente interrogante:
Con este tratamiento alimentario que he efectuado conjuntamente con la prescripción médica, ¿se ha conseguido o favorecido el restablecimiento del equilibrio electroiónico de la membrana celular?

Creo que sería muy esclarecedor aplicar la técnica de patch-clamp. Con dicha técnica se puede conocer el grado de excitabilidad de la membrana celular y la intensidad iónica que fluye por segundo por cada canal en la célula maligna.
Resultaría altamente interesante conocer el resultado.


Reconocimientos
Ante todo, debo pedir disculpas al Doctor Martos por negarme a ser intervenido quirúrgicamente. Leí tristeza en su expresión porque consideraba que mi decisión era tirando a “suicida”. Ahora, doctor, podrá comprobar y creo que con gran satisfacción, que mi fe tenía su fundamento. Le admiro, no sólo por ser una excelente y sencilla persona, sino también por ser un gran profesional. Gracias por todo, doctor.
Y a la Doctora Cárdenas, sólo me resta decir que le estoy profundamente agra¬decido por el exquisito trato que de ella he recibido en todo momento. También debo agradecerle (y no poco) el depositar en mí plena confianza para que yo mismo eligiese mi propia alimentación.
El tratamiento que finalmente me ha prescrito lo llevo no sólo fielmente, sino también con una inquebrantable fe. Doctora Nuria, siempre la recordaré con inmensa gratitud.
Como católico que soy, a los dos les digo: Que Dios les bendiga.

Vía:http://informacion-oncologia.blogspot.com/

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