octubre 27, 2010
Son dos curvas divergentes: mientras que la mortalidad por cáncer de pulmón en España y en la mayoría de los demás países de la UE baja entre los hombres (la excepción es Portugal), entre las mujeres no solo sube, sino que se acelera.
En concreto, entre 1990 y 2007, una portavoz del Ministerio de Sanidad español afirma que la mortalidad por cáncer de pulmón en hombres descendió un 19% en la UE, y un 4% en España. En cambio, entre mujeres se incrementó un 39% en la UE; una tasa que España duplica, y llega al 73%. El 20% de las mujeres fuma, un porcentaje que aumenta ligeramente en cada Encuesta Nacional de Salud.
Si se compara con el que es, por el momento, el primer cáncer femenino -tanto en incidencia como en mortalidad-, el de mama, se ve que en la UE la mortalidad ha bajado un 9% entre 1990 y 2007, y en España un 24%.
La proyección de lo que va a pasar en España parece clara. Con el retraso debido a la tardía incorporación de las mujeres al hábito tabáquico, el país sigue el mismo camino que antes recorrieron Estados Unidos y el norte de Europa, donde el cáncer de pulmón ya es la primera causa de muerte en mujeres, por delante del de mama (en los grandes estudios se comparan esos dos para mujeres junto con el colorrectal, que son los primeros; y en hombres se cambia el de mama por el de próstata). Por ejemplo, esto es así en Dinamarca desde 1996. En Hungría sucede desde 2005, aproximadamente. Y si se confirma la tendencia -y nada parece indicar que no vaya a confirmarse- las proyecciones son que en España ocurrirá a partir de 2020, indica Bartomeu Massuti, secretario del Grupo Español de Cáncer de Pulmón (GEPC).
Este distinto comportamiento tiene varias causas. Por un lado, el aumento del tabaquismo femenino; en segundo lugar, que de los tumores -mama, próstata, colorrectal, pulmón- que se suelen usar como índice es el que tiene peor pronóstico (se calcula que solo el 20% de los afectados sobrevive durante cinco años, que es el plazo que en oncología se considera para hablar de curación). También tiene un peor diagnóstico precoz, hay menos indicadores previos y no existe algo parecido a las mamografías o las colonoscopias para detectarlo pronto. En cambio, Massuti indica que de estos cuatro tumores, “es el que es más fácil de prevenir”. Y aquí llega al tabaco. “El cáncer de pulmón tiene dos tipos de causas claras: la primera, la exposición directa al humo del tabaco; la segunda, la exposición indirecta”, afirma tajante Massuti.
La influencia del humo del tabaco es tan clara que ya se mide incluso la diferencia entre la exposición en los lugares de trabajo y en el domicilio en el caso de los fumadores pasivos. Y el resultado, que publicó el año pasado la revista Cancer research, es claro: la contaminación del entorno laboral por tabaco aumenta un 27% el riesgo de tener un cáncer de pulmón. Cuando lo nocivo está en casa, el incremento es del 23%.
El trabajo solo encuentra otro factor que suponga un aumento del riesgo de más del 1%: la presencia de radón, un gas que está en las rocas. “Este factor es importante sobre todo en algunos sitios de Asia”, dice Massuti. El resto, como la dieta o las radiaciones, tiene una influencia menor. En este grupo de otros factores se encuentra, por cierto, la contaminación atmosférica -uno de los argumentos más repetidos por quienes se oponen a que se prohíba fumar en sitios públicos-. Pero los datos muestran que, de media, “no aumenta el riesgo de cáncer de pulmón en un no fumador más del 1%”, afirma el experto. La causa principal no es que los humos de los coches o las industrias no sean cancerígenos, sino que, salvo que se meta la cabeza en un tubo de escape, están en un espacio donde se diluyen.
Hay otro dato preocupante: haber fumado, marca. Y haberlo dejado no elimina las secuelas. A los 75 años, el que dejó el tabaco a los 50 tiene un 6% más de riesgo de tener cáncer de pulmón. Por eso, Massuti lo tiene claro: “Lo mejor es no empezar”.
Fuente: El País (España)
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